15/04/2020
aunque sí un poco de ansiedad y diversión.
Nuestros amigos siempre hacen falta.
Ellos te comprenden y te agradan,
pero muchas veces,
con un poco de compañía basta.
La gente no se conforma,
Sólo quiere lo contrario y que no está en norma.
Todo comenzó cuando de viaje me encontraba.
Toda mi familia en Los Molinos se asentaba.
Dos días. Ese tiempo nos íbamos.
El problema fue que nadie pensó
que no volveríamos.
Tíos y primos a los lados de mi casa,
y grandes patios para que los perros disfruten en masa.
A través de mi ventana,
yo veía a todos radiantes
y agradecía a Dios
que mi familia estuviera para mí en los momentos más importantes.
Tareas y prácticos eternos ocupaban el día
pero siempre un poco de música y lectura permitían mi alegría.
De noche,
después de una buena comida,
lo mejor era jugar con mis primos a La Podrida.
Día y noche contrastaban,
calor y frío me alocaban.
El sol sale y luego se esconde.
La luna aparece
y las estrellas fugaces me estremecen.
Muchas veces todo se complicaba
pero mi familia siempre me apoyaba.
Pan casero y berro del arroyo,
todo eso combinado
con las verduras del Goyo.
Por fin las cenas familiares duran más de quince minutos.
Ahora todos comemos y reímos con amor.
Jugamos y charlamos,
sin miedo a que el tiempo se nos pase de largo.
Ejercitamos y bailamos,
disfrutando del aire poco contaminado.
Levantarme temprano y dormirme tarde ya se han vuelto parte de mi rutina,
y por primera vez en mi vida,
creo que eso no es un problema.
Muchas aventuras ocurren mientras duermo.
Sueños alocados son los que tengo.
Aventuras sin parar
con enanos felices que vienen a matar.
Pero al despertar,
yo se que todo va a mejorar.
Ya lo he dicho antes
pero solo quiero recordarte,
que mires a través de tu ventana.
No te encierres.
Sé feliz
y haz reír a los demás.
Créeme…
Nunca te arrepentirás.
(Selene, 4° B)
Comentarios
Publicar un comentario