Me
despierto muy tarde. Tipo 4. Me visto, bajo las
escaleras, y almuerzo. A mi familia no le extraña para nada este comportamiento
nocturno mío. Para mi hermano, hermana, madre y padre esto es ya algo muy
propio de mí. Luego de terminar el almuerzo, continúo repitiendo la maldita
rutina de la cuarentena, hastiado: me siento en una silla del comedor, reviso
el celular, y prendo la computadora. Chequeo el aula virtual para ver si hay
alguna tarea, y luego me entretengo jugando videojuegos.
Hasta ahí,
es como todos estos días se estuvieron reproduciendo, en bucle. Como si el
tiempo estuviera desquiciado, fuera de eje, dejándome paralizado en confusión.
Ocasionalmente, por hartazgo, abandono lo que sea que haya estado haciendo para
distraerme (jugar videojuegos en este caso), y busco aire desesperadamente
caminando de un lado al otro.
Ambulando
como aburrida alma errante que me siento, el andar de mis pies me lleva hasta
mi habitación. No sé qué hacía ahí, pero ya en la situación decido hundirme en
el sosiego de mi cama. Con la mirada absorta hacia mi pared, distingo de
soslayo una figura.

No...No es
simple crueldad. Algo bueno habrá en esto. Ya lo veo. No solo sentí odio por la
pintura, también orgullo. Fue mi primer intento. Y por miedo y para evitar ser
ambicioso, había elegido pintar un cactus cuya belleza me había fascinado; en
vez de dibujar rostros como lo suelo hacer. Y observo ahora al cuadro maldito,
lo positivo. Pude lograr no solo imprimirle a la figura volumen y profundidad,
sino que trabajé en respetar armonía y contraste en la imagen. Y lo mejor de
todo es cómo resolví las piñas. Inconscientemente, al darle gran importancia a
la iluminación en la pintura, efectué una técnica impresionista en las piñas.
Un pseudo-puntillismo donde, por medio de manchas y puntos de colores, me
concentré en pintar la luz y el color, sin darle forma ni definición al trazo.
¡Eso es!
Este encuentro azaroso con este vestigio de mi evolución artística, me recordó
una manera de romper la rutina. No debo angustiarme con este cuadro incompleto.
Lo dejaré ser. Mejor, mataré el tiempo en cuarentena pintando de nuevo.
(Pericles, 6° A)
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